jueves, 28 de julio de 2011

Volvamos a “Los dados eternos”:
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo
me pesa haber tomádote tu pan
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado
Empieza a cuestionar a Dios tácitamente con la magnífica metáfora del pobre barro pensativo: embebido de dialéctica materialista reivindica a la idea como una función de la materia organizada: cualidad de ese barro es ser pensativo. Tal concepción materialista de la idea ya está dando pie a poner sobre el tapete la idea de la existencia de Dios en la poesía vallejiana. En las primeras líneas del poema se puede apreciar a un Vallejo intemperante que percibe febrilmente la imperfección del Universo en lo humano y es desgarrado cada vez que la descubre cuando pretende abrazar al mundo. Se siente un ser más imperfecto aun porque no puede incorporarse anímicamente a la imperfección, es decir, no la acepta, no la tolera; y se aparta con la angustia de seguir siendo parte de lo que ante sus ojos es algo monstruoso: obrar para sí propio: me pesa haber tomádote tu pan, naturaleza humana, pero fallida. Aunque nos desviemos un poco del tema, vale la pena mencionar otro poema: “El pan nuestro”, de la misma obra, que manifiesta en su plenitud este sentimiento; pero que a la larga va a convergir en la misma visión del mundo de la que se desprende la negación de Dios:
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón… A donde iré!
Con este sentir reconoce el papel activo del hombre en el mundo: todo está vinculado en el movimiento del mundo como si éste fuera un enorme engranaje, y yo interacciono con todo indefectiblemente, de modo que lo que haga o deje de hacer ya afecta el desarrollo del orbe. Así Vallejo siente que con el solo hecho de existir y ser impotente ante la realidad ya está empeorando las cosas; y sufre porque se identifica absolutamente con el mundo representado por otro pobre, con un mundo cruel en el que el hombre está desamparado, un mundo que escapa de todo designio de la voluntad divina.
Vallejo percibe pues la imperfección del mundo y se la atribuye a Dios. Dice en “Espergesia”:
Yo nací un Día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
E incluso en el poema “Dios” en que se dirige al Creador con ternura, se compadece de Él porque lo ve impotente, humanamente torpe, autor de un mundo en apariencia perfecto pero deleznable:
Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación
Es al parecer contradictorio que el bardo se haya aferrado con tanta fe a un dios al que no considera omnipotente, al que incluso ve como a un ser débil y sufriente:
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.
Pero esto no hace más que confirmar lo dicho líneas arriba: que la enorme sensibilidad del poeta lo mantuvo ligado a la religión que asumió con entrega y amor totales. Véase que en el poema “Dios” está justificando su devoción sólo con el Amor, el suyo y el que confiere a su dios:
Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy …
Y líneas más abajo en el mismo poema:
Y tú cuál llorarás… tú, enamorado
de tanto enorme seno girador…
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón

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